MIGUEL LEÓN

Miguel León Rodríguez (Ubrique 1925, Málaga 2005) se enfrentó a algunos compañeros del clero por las prácticas usuales de un cristianismo solo de rezos y golpes de pecho, discutió con obispos, denunció el abuso de nuestros ricachones, criticó las desigualdades sociales, la doble moral y la hipocresía. Llamó al compromiso, a trabajar por una sociedad más justa, una sociedad de hermanos gobernada por el amor, no por el poder y el dinero, a formar parte de la Iglesia. Fue un hombre estudioso, convencido de que para ser libres hay que tener conocimientos y mente abierta. En Cuevas de San Marcos contra viento y marea impulsó la cooperativa de aceitunas y chocó contra los poderosos del pueblo. Uno de los caciques intentó persuadirlo de que disolviera la cooperativa pero superó sus coacciones y siguió adelante con el apoyo de la gente.

En Portada Alta se comprometió con los que vivían en las chabolas. Recaló en el Palo hacia 1973, en la parroquia San Juan de la Cruz. Se alojó en una modesta casita de la playa, junto a los pescadores y luego en un pequeño piso de calle Carlos Fontaura, donde siempre sus puertas y su escaso frigorífico estaban permanentemente abiertos a todo el que lo necesitaba. Sin distinción de ideologías. Vivió humildemente, desprendido de cualquier riqueza material, compartiendo lo que tenía.

Creó una guardería para que las madres trabajadoras pudieran dejar a sus hijos mientras faenaban; una cooperativa de viviendas destinada a superar las infraviviendas del corralón de calle Mar; y junto con otros, puso en funcionamiento varios grupos de Comunidades Cristianas populares. Democratizó el funcionamiento de su parroquia con un Consejo Parroquial. Fue militante y Consiliario de la HOAC.

Era de la opinión que más que dar peces, había que enseñara pescar. Y que el sol sale para todos. Fomentó una conciencia crítica, y alentó cursillos de espiritualidad, materialismo dialéctico, marxismo, cristianismo y conocimiento de las primitivas comunidades cristianas.

Tímido, con una sonrisa bonachona y permanente que no ocultaban su fortaleza, su valor y su tesón inmenso. Sufrió persecuciones, arrestos, difamaciones e incomprensiones. Nunca se rindió, ni dio un paso atrás. Mostró el testimonio y fue ejemplo de vida cristiana.

Dedicó toda su vida a los demás, con especial atención a las personas del mundo obrero y a los más necesitados. Sembró con la palabra y el ejemplo la doctrina de “vivir como hermanos” y sus semillas dieron fruto. Hoy nos parece seguir escuchando su voz, su guía y su consejo, animándonos a compartir, a ser críticos, comprometidos, justos y solidarios.